HISTORIA MUNDIAL DE LOS DESASTRES.Cronicas de guerras terremotos , inundaciones y epidemias.
Reseñas de libros/No ficción
John Whitington: Historia mundial de los desastres. Crónicas de guerras, terremotos, inundaciones y epidemias (Turner, 2009)
Por Francisco Fuster, martes, 01 de septiembre de 2009
Poco o nada de los que nos esperaba podían imaginar a principios del mes de marzo pasado los habitantes del pequeño pueblo de La Gloria (Veracruz, México), cuando acudieron por primera vez al médico aquejados por unos problemas respiratorios. Lo que en principio parecía un inofensivo brote localizado de gripe porcina, provocado por la cercanía a esta localidad de una granja de cerdos, ha llegado a convertirse en una infección – la omnipresente Gripe A (subtipo H1N1) – catalogada por la OMS como una pandemia y causante ya, de la muerte de más de dos mil personas en todo el mundo. Aunque alguien pueda pensar que se trata de una epidemia sin parangón, de un desastre sin precedentes, no es así. En verdad, y como demuestra y documenta John Withington en esta Historia mundial de los desastres. Crónicas de guerras, terremotos, inundaciones y epidemias que acaba de traducir Turner, la Gripe A no es más que el último episodio en la larga historia de desastres (naturales o provocados por la acción voluntaria o involuntaria del ser humano) sufrida por la humanidad en su conjunto durante sus miles y miles de años de azarosa existencia. En efecto, ha sido una de esas oportunas coincidencias que se dan de vez en cuando entre el ritmo de los acontecimientos en el mundo real y el ritmo de la imprenta en el mundo editorial, lo que ha hecho coincidir la consolidación de la Gripe A como una epidemia de alcance planetario y la aparición de esta Historia mundial de los desastres escrita por John Whitington, uno de los mayores especialistas en esta poco conocida disciplina histórica. Aunque poco desarrollada en Europa, la historia de los desastres, y especialmente de los desastres naturales (terremotos, inundaciones, tormentas, tsunamis, etc.), ocupa a un importante número de historiadores y estudiosos estadounidenses que, al calor del desarrollo de los llamados “Estudios Culturales” (Cultural Studies) y de la disciplina conocida entre los historiadores como Historia Ambiental (Environmental History), se han dedicado al estudio de estos fenómenos naturales y de sus desastrosas consecuencias. En el caso de Whitington, su voz es una de las más autorizadas a nivel europeo puesto que, aunque es ésta su primera obra que se traduce al castellano, cuenta ya en su curriculum con una importante trayectoria en este terreno, que incluye la publicación de obras como The Disastrous History of London, A Disastrous History of Britain y la A Disastrous Hitory of the World traducida por Turner Libros. Además de esta labor como historiador, Whitington ha trabajado como reportero para periódicos como The Daily Express, The Guardian o The Observer y como asesor en la producción de documentales para la televisión británica.
En lo que se refiere al contenido del volumen, Whitington divide las casi cuatrocientas cincuenta páginas del libro en diecinueve capítulos. Una primera parte está dedicada a lo que podríamos llamar desastres naturales: “volcanes”, “terremotos”, “maremotos y tsunamis”, “inundaciones”, “tormentas” y otros fenómenos. En cada capítulo se describen y estudian varios ejemplos, algunos famosos y otros totalmente desconocidos para el gran público, del tipo de fenómeno que sirve como epígrafe del capítulo. Luego se dedican sendos capítulos a las “epidemias”, “otras enfermedades” y “hambrunas”. A continuación vienen tres capítulos que yo agruparía en un tercer bloque y que abordan por este orden, las “guerras e invasiones”, los “crímenes de Estado” y un apartado sobre “rebeliones, motines y terrorismo”. Por último, en otro importante bloque de contenidos el autor se ocupa de accidentes con medios de transporte (“naufragios” “accidentes de tren”, “accidentes de avión” y accidentes con otros medios de transporte) y de desastres provocados por el descuido y la falta de precaución del hombre, estudiados en los capítulos dedicados a los “incendios”, “explosiones y envenenamientos masivos”, y “estampidas, derrumbes y ataques de pánico masivos”.
Pese a que el relato no deja de ser una inmensa acumulación de referencias y episodios inusuales e inauditos es el típico libro que atrapa al lector y le impulsa a adentrarse en sus páginas en busca del conocimiento más puro, de la curiosidad lectora por antonomasia y del saber por el simple hecho de saber, de aprender cosas nuevas
En todos los casos, son capítulos en los que el autor reúne un grupo de ejemplos y casos concretos, ordenados cronológicamente y descritos de forma más o menos breve (hay descripciones que van desde la media página, hasta las cinco o seis páginas que ocupan algunos de estos subapartados). Así pues, y por poner algunos ejemplos, en el capítulo dedicado a las erupciones de volcanes, Whitington empieza con la erupción del Lago Toba en la isla indonesia de Sumatra hace setenta y cuatro mil años, en el que es según el autor, uno de los desastres que más cerca estuvo de provocar la extinción de la especie humana (la Tierra pasó de un millón de habitantes a diez mil), y acaba el capítulo con la erupción del monte Nevado del Ruiz, en los Andes colombianos, en el año 1985. Lo mismo sucede en el capítulo dedicado a la “guerras e invasiones”: Whitington cita como primer ejemplo las guerras mantenidas por el Imperio Romano contra los pueblos bárbaros y termina con las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, pasando por las conocidas y proverbiales “hazañas” de Atila, Gengis Khan o Tamerlán.
Capítulo aparte merece el apartado que el autor dedica a los crímenes de Estado. Constituye un auténtico descenso al infierno del museo de los horrores, el repaso a un galería de personajes nefastos de la historia estudiados por Whitington. Si produce escalofríos la descripción de las atrocidades perpetradas por el rey Leopoldo de Bélgica en el Estado Libre del Congo, qué decir de los siete millones de muertos en los campos de exterminio nazis, contabilizados por el autor en el apartado dedicado a Hitler, los alrededor de treinta millones de muertos en el régimen comunista de Stalin en la Unión Soviética, o los cincuenta millones de personas que, según el autor, murieron de una forma u otra en el perpetuo crimen de Estado que supuso la China maoísta. Lo mismo podríamos decir del dictador camboyano Pol Pot o del reciente genocidio cometido en Ruanda. Pese a que son todos ellos episodios históricos conocidos, no dejan de sorprender unas cifras que el autor combina con otros datos menos sabidos.
Quizá lo de mejor del libro de John Whitington sea precisamente eso. El libro está concebido como un repaso histórico y cronológico a una serie de desastres naturales y provocados por el hombre, pero el esquema y la forma no responde a lo que solemos identificar con un libro de historia. La estructura de esta Historia mundial de los desastres recuerda en mucho a la de esas viejas enciclopedias del saber universal y a esos libros de historia formados a partir de la acumulación de datos y anécdotas inverosímiles, fascinantes. El libro de Whitington es un libro de historia anecdótica; no en el sentido de centrarse en anécdotas superfluas y sin importancia, sino en el sentido de revelar una serie de datos imposibles de encontrar en un libro de historia universal. Pese a que el relato no deja de ser una inmensa acumulación de referencias y episodios inusuales e inauditos, que la memoria difícilmente retiene más allá de los diez minutos siguientes a su lectura, es el típico libro que atrapa al lector y le impulsa a adentrarse en sus páginas en busca del conocimiento más puro, de la curiosidad lectora por antonomasia y del saber por el simple hecho de saber, de aprender cosas nuevas.
Junto a este conocimiento de las fuentes clásicas, el autor también demuestra haberse documentado realizando una intensa labor de archivo y hemeroteca. En muchos de los sucesos del siglo XX descritos en el libro, Whitington aporta información sobre lo que dijo la prensa del día después
Lo que denota este enorme acopio de información y de datos es que el autor ha realizado un importante trabajo de documentación para escribir este libro. Es admirable el grado de erudición que alcanza por momentos un autor que no se limita únicamente a repetir lo dicho por otros. Whitington consigue que la lectura sea tremendamente atractiva porque completa el relato más descriptivo de los sucesos con citas y referencias constantes a testimonios que lo vivieron en primera persona. Igual puedes leer el testimonio de Plinio el Viejo cuando se estudia la erupción de Pompeya, que encontrarte con la opinión de Tucídides sobre la epidemia que azotó a la Atenas de Pericles, o las conocidas descripciones que hizo Giovanni Bocaccio sobre los síntomas de la Peste Negra que asoló la Europa medieval. Junto a este conocimiento de las fuentes clásicas, el autor también demuestra haberse documentado realizando una intensa labor de archivo y hemeroteca. En muchos de los sucesos del siglo XX descritos en el libro, Whitington aporta información sobre lo que dijo la prensa del día después. Periódicos como The Guardian, The New York Times y sobre todo, el periódico The Times, al que el autor cita constantemente como fuente, están presentes en las páginas de esta obra.
En resumen, pues, se puede decir que, pese que a por momentos la excesiva acumulación de datos puede abrumar al lector, se trata de un libro muy bien escrito y – es de justicia destacarlo – magníficamente traducido. Aun siendo un libro que, por contenidos y por nivel de erudición, va destinado a un público muy concreto, se nota un esfuerzo por parte del autor a la hora de darle un tono divulgador. El libro viene sin ninguna bibliografía explícita y sin ninguna nota a pie de página que entorpezca lo más mínimo la lectura. La estructura de los capítulos es clara y el lenguaje usado sencillo y perfectamente accesible.
Quizá el mayor defecto que le encuentro y la principal pega que yo pondría al autor es que se echa mucho en falta un capítulo introductorio que contextualice la obra. El libro tiene una brevísima introducción de sólo media página y seguidamente, sin solución de continuidad, empieza con la descripción de los desastres y los enlaza uno tras otro sin ningún tipo de descanso ni excurso. Tratándose de un tema totalmente desconocido para la inmensa mayoría de lectores, pienso que el libro hubiera ganado mucho con un capítulo introductorio en el que el autor explicara la razón de ser del libro: las fuentes y la metodología de la historia de los desastres, la importancia y la originalidad de estos estudios sobre fenómenos naturales, etc. En definitiva, un capítulo que sirviera a la vez como introducción del libro y como contextualización de la información que el lector va a recibir en las siguientes páginas. De igual forma, no hubieran estado de más unas breves páginas con las conclusiones extraídas por el autor después de su investigación. Tal y como se ha publicado el libro en castellano (supongo que en la versión inglesa ocurrirá lo mismo), sin ninguna introducción y sin ningún capítulo final, el texto se torna un tanto repetitivo para el lector, no tanto por su contenido que siempre resulta interesante, como por la propia estructura de los capítulos. El libro empieza de forma muy directa con el primer capítulo, sin situar al lector en precedentes, y termina de forma muy brusca, sin ninguna reflexión ni balance final.
Excepción hecha de este de este reproche que considero necesario, por lo demás debo decir que es un libro ciertamente agradecido en su lectura y original en su planteamiento. Ignoro hasta qué punto es un libro que, por extensión y por precio conseguirá captar la atención de los lectores que merece, pero considero una decisión acertada la que ha tomado la editorial Turner, traduciendo este libro e incluyendo este título en una colección – Noema – que poco a poco se consolida como una de las mejores en lengua española y en el ámbito de los llamados Estudios Culturales, con la traducción de títulos importantes como La Alemania de Weimar, Los cigarrillos son sublimes o La partida inmortal. Una historia del ajedrez
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