LA PERLA
"Esta perla se ha convertido en mi alma. Si me deshago de ella, perderé también mi alma"
Estas palabras que pronuncia el joven protagonista hacia el final de la novela concretan el argumento de La perla, que se desarrolla de una manera dinámica enganchando al lector que desea saber si finalmente el alma del protagonista y de los que le rodean seguirá intacta.
La perla es una novela corta que nos adentra en una comunidad marcada por la diferenciación social, por el racismo, por la violencia y por la avaricia. Términos que, a pesar de leerse muchos años después de que Steinbeck les diera forma en 1847, nos resultarán tremendamente familiares, ya que se encuentran en la base del comportamiento humano más primario.
La obra de Steinbeck está basada en una leyenda tradicional mexicana que cuenta cómo un joven indígena encuentra una perla de gran tamaño y las trágicas consecuencias que este hecho tendrá en su vida. Un ritmo trepidante y una prosa rápida y dotada de lirismo conforman un argumento sencillo pero que mantiene la atención lectora hasta desembocar en una tensión máxima hacia el final.
La brevedad de la novela, que se desarrolla en 6 capítulos, no da pie a un análisis profundo de los personajes, lo cual confiere a la obra de un tono de alegoría, de cuento. Antes de empezar la novela, el narrador advierte:
Y, como en todos los cuentos que van de boca en boca y calan en los corazones de las gentes, sólo existen los extremos: lo bueno o lo malo, lo blanco o lo negro, cosas virtuosas y malignas, y no hay posiciones intermedias.
Sin embargo, será un reto para el lector encontrar personajes buenos entre los que aparecen en La perla, ya que la violencia, la ignorancia, la sumisión, la envidia o la ambición parecen teñir los corazones de todos ellos en mayor o menor grado.
Y, a pesar del esquematismo de los personajes, La perla hunde sus raíces en una realidad concreta, en un medio físico existente: la ciudad mexicana de La Paz, que Steinbeck conoció. Una ciudad en la que conviven 2 mundos separados por siglos de dominación: el mundo del hombre blanco y el del indígena.
A través de esta dicotomía va avanzando la novela a partir de un primer capítulo que ya nos ofrece pistas sobre lo que vamos a encontrar más adelante, cuando el médico, hombre blanco y cruel, se niega a atender al niño indígena porque él no es veterinario.
Nos hallamos ante una obra que apunta muchos significados y que, pesimista, desvela la inutilidad de las ansias humanas, lo nocivo de los deseos basados en la posesión y en el materialismo. Desvela la imposibilidad del individuo de escapar del orden social establecido porque la comunidad animalizada actúa como un bloque. Desvela la simbiosis de culturas y al mismo tiempo la separación entre ellas. Desvela una ciudad teñida de bruma que le confiere un aspecto fantasmagórico, lejano y, sin embargo, conforme vayamos conociéndola, conforme veamos actuar a sus habitantes, descubriremos mucha realidad en ella.
En definitiva, y a diferencia de lo que el narrador apuntaba en el prólogo, La perla no es una simple parábola en la que sólo caben los extremos: el relato presenta una mayor riqueza y complejidad si buceamos entre sus líneas, como riqueza y complejidad se pueden ver en la superficie de la gran perla
Estas palabras que pronuncia el joven protagonista hacia el final de la novela concretan el argumento de La perla, que se desarrolla de una manera dinámica enganchando al lector que desea saber si finalmente el alma del protagonista y de los que le rodean seguirá intacta.
La perla es una novela corta que nos adentra en una comunidad marcada por la diferenciación social, por el racismo, por la violencia y por la avaricia. Términos que, a pesar de leerse muchos años después de que Steinbeck les diera forma en 1847, nos resultarán tremendamente familiares, ya que se encuentran en la base del comportamiento humano más primario.
La obra de Steinbeck está basada en una leyenda tradicional mexicana que cuenta cómo un joven indígena encuentra una perla de gran tamaño y las trágicas consecuencias que este hecho tendrá en su vida. Un ritmo trepidante y una prosa rápida y dotada de lirismo conforman un argumento sencillo pero que mantiene la atención lectora hasta desembocar en una tensión máxima hacia el final.
La brevedad de la novela, que se desarrolla en 6 capítulos, no da pie a un análisis profundo de los personajes, lo cual confiere a la obra de un tono de alegoría, de cuento. Antes de empezar la novela, el narrador advierte:
Y, como en todos los cuentos que van de boca en boca y calan en los corazones de las gentes, sólo existen los extremos: lo bueno o lo malo, lo blanco o lo negro, cosas virtuosas y malignas, y no hay posiciones intermedias.
Sin embargo, será un reto para el lector encontrar personajes buenos entre los que aparecen en La perla, ya que la violencia, la ignorancia, la sumisión, la envidia o la ambición parecen teñir los corazones de todos ellos en mayor o menor grado.
Y, a pesar del esquematismo de los personajes, La perla hunde sus raíces en una realidad concreta, en un medio físico existente: la ciudad mexicana de La Paz, que Steinbeck conoció. Una ciudad en la que conviven 2 mundos separados por siglos de dominación: el mundo del hombre blanco y el del indígena.
A través de esta dicotomía va avanzando la novela a partir de un primer capítulo que ya nos ofrece pistas sobre lo que vamos a encontrar más adelante, cuando el médico, hombre blanco y cruel, se niega a atender al niño indígena porque él no es veterinario.
Nos hallamos ante una obra que apunta muchos significados y que, pesimista, desvela la inutilidad de las ansias humanas, lo nocivo de los deseos basados en la posesión y en el materialismo. Desvela la imposibilidad del individuo de escapar del orden social establecido porque la comunidad animalizada actúa como un bloque. Desvela la simbiosis de culturas y al mismo tiempo la separación entre ellas. Desvela una ciudad teñida de bruma que le confiere un aspecto fantasmagórico, lejano y, sin embargo, conforme vayamos conociéndola, conforme veamos actuar a sus habitantes, descubriremos mucha realidad en ella.
En definitiva, y a diferencia de lo que el narrador apuntaba en el prólogo, La perla no es una simple parábola en la que sólo caben los extremos: el relato presenta una mayor riqueza y complejidad si buceamos entre sus líneas, como riqueza y complejidad se pueden ver en la superficie de la gran perla
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