HISTORIA DEL PREMIO NOBEL,.
TESTAMENTO DEL ALFRED NOBEL
“La totalidad de mis bienes realizables deberá ser utilizada de la manera siguiente: el capital, invertido en valores seguros por mis albaceas, constituirá un fondo cuyos intereses serán distribuidos cada año en forma de premios a las personas que, durante el año anterior, hayan aportado los mayores beneficios a la humanidad.
Los citados intereses serán divididos en cinco partes iguales que serán repartidas como sigue: una parte a la persona que haya hecho el descubrimiento o el invento más importante en el campo de la física; una parte a la persona que haya hecho el descubrimiento o mejora más importante en química; una parte a la persona que haya hecho el descubrimiento más importante en el dominio de la fisiología o de la medicina; una parte a la persona que haya producido, en el campo de la literatura, la obra más notable de tendencia ideal; y una parte a la persona que haya llevado a cabo la mayor o mejor labor en favor de la fraternidad entre las naciones, por la abolición o reducción de los ejércitos permanentes y por la celebración y el fomento de congresos por la paz.
Los Premios de Física y de Química serán concedidos por la Real Academia Sueca de Ciencias; el de Fisiología o Medicina por el Karolinska Institutet de Estocolmo; el de Literatura por la Academia Sueca en Estocolmo, y el de los paladines de la Paz por un comité de cinco personas elegidas por el Parlamento noruego.
Es mi voluntad expresa que, en la adjudicación de los premios, no se considere en forma alguna la nacionalidad de los candidatos, sino que deberá recibir el premio el más digno, independientemente de que sea escandinavo o no "
París, 27 de noviembre de 1895.
LOS PRIMEROS AÑOS
El testamento de Alfred Nobel, escrito sin ayuda legal, fue firmado en noviembre de 1895, en presencia de cuatro de sus amigos en el Club Sueco de París: Thorsten Nordenfelt, Sigurd Ehrenborg, R.V. Strehlenert y Leonard Hvass. Lejos estaba de imaginar los varios años de luchas testamentarias y de múltiples dificultades que se agazapaban en aquel documento. No sólo el carácter poco usual del testamento, sino también sus términos tan generales -en él se omitieron las más mínimas precisiones formales y legales-, propiciaron amplios debates en sectores diversos de la sociedad.
En el testamento, del cual se reproduce aquí sólo la cláusula que da origen a los premios Nobel nombró como ejecutores testamentarios de sus bienes a Ragnar Sohlman -su ayudante particular en los últimos años- y a Rudolf Liljeqvist -industrial sueco-. además, una parte de su patrimonio a algunos de sus familiares más cercanos Sin embargo, no estableció -como hubieran querido sus albaceas- indicaciones particulares para la aplicación y normatividad de la cláusula creadora de los premios.
El primer inconveniente de tipo práctico lo encontraron Sohlman y Lilljeqvist, en las diligencias correspondientes al registro y aprobación legal del propio testamento: el tribunal judicial que habría de dirimir sobre la homologación del mismo debía corresponder al lugar de residencia legal de Alfred Nobel; así, cualquier inventario financiero y las ejecuciones testamentarias en general debían ser amparados por la verificación oficial. Las objeciones por parte de la familia Nobel -formales unas y bastante pasionales otras- no se hicieron esperar.
Si bien Alfred Nobel canceló expresamente sus disposiciones testamentarias anteriores, no faltó la alusión reiterada a ellas en vista, principalmente, a la forma legal más depurada de las anteriores y, por supuesto, al evidente perjuicio causado, en la última voluntad del testador, al monto de la herencia familiar. La diferencia de opinión entre los dos bloques más grandes de la familia Nobel, comprendidos principalmente por sus parientes suecos y por sus parientes rusos, se convirtió en la base de una polémica ante la opinión pública, expresada en una especie de “campaña” de la prensa escrita de la época. Todo se inició con tintes de “normalidad” apenas cuatro días después del funeral de Nobel, cuando un diario de Estocolmo publicó la cláusula referente a los premios y se extendió en comentarios valorativos sobre la voluntad de Alfred Nobel. Calificaron dicha cláusula como “una merced hecha al género humano, con el propósito de fomentar su desarrollo futuro y promover su bienestar, así como para servir a designios puramente idealistas; probablemente la más espléndida en su clase que una persona particular hubiera tenido nunca el propósito y la capacidad de realizar”.
Sin embargo, el interés y difusión de la prensa tomaría caminos hacia la polémica. Los diarios suecos no sólo dudarían de la aplicabilidad real de los deseos de Alfred Nobel, sino que llegarían inclusive a instar a la impugnación del testamento en favor de la familia y a apoyar los temores expresados por las instituciones requeridas por Nobel para la asignación de los premios. De esta manera, proliferaron las objeciones al testamento. Este fue, incluso, llamado “magníficas intenciones, magnífico desatino”.
Los “cargos” más importantes contra él fueron así recogidos por su leal ayudante y albacea: “la clara falta de patriotismo mostrada por un sueco que, mientras despreciaba los intereses nacionales de Suecia, había querido, en cambio, apoyar ciertas actividades internacionales; la incapacidad de las instituciones designadas como adjudicadoras de los premios para cumplir satisfactoriamente las tareas que se le encomendaban, que interferirían, además, en sus actividades normales y expondrían a sus miembros al intento de soborno y corrupción, y, finalmente, la disposición por la cual el Premio de la Paz tenía que ser concedido por una comisión nombrada por el Parlamento noruego podría acarrear los mayores peligros para los intereses suecos, especialmente en vista de las tirantes relaciones entre Suecia y Noruega acerca de la unión que estaba entonces vigente”.
Los albaceas, en su afán de actuar de conformidad con los deseos de Nobel, se encontraron con otros problemas más: la validez del testamento estaba supeditada a la aceptación, por parte de las organizaciones legatarias de los premios, de las donaciones respectivas. En los primeros momentos algunas de éstas se concentraron en debates acerca de la conveniencia de aceptar tal responsabilidad y, por supuesto, se vieron retrasadas las negociaciones, respecto a los términos de dicha aceptación y a las implicaciones de tipo legal y social.
Fueron el apoyo y la justeza de proceder de Emanuel Nobel los que comenzaron a romper el muro de complicaciones al que se enfrentaron sus albaceas. Emanuel no sólo les recordaba a éstos constantemente la importancia de su papel (solía referirse a la “obligación implicada en la palabra rusa de albacea, Dushe Prikashshik, que quiere decir “el portavoz del alma” y a la importancia de que los dos seleccionados por su tío obrasen en consecuencia), sino que junto con Carl Lindhagen -consejero legal y judicial- se constituyó en elemento clave en la consolidación definitiva de la voluntad Nobel.
De esta manera, Emanuel Nobel -como representante de la parte rusa de la familia-, después de declarar oficialmente el 11 de febrero de 1898, su desinterés por impugnar la voluntad testamentaria de Alfred Nobel y, por ende, su apoyo irrestricto a sus disposiciones-, colaboró en las negociaciones con los restantes parientes.
Paralelamente a las discusiones con los parientes de Nobel, los albaceas realizaron aproximaciones a las organizaciones legatarias de los premios y argumentaron correctamente los aspectos relacionados con la residencia legal de Alfred Nobel quien no había tenido realmente ninguna. Esto complicaba el hacer efectivos los bienes en tanto no estuviera clara la “nacionalidad” del patrimonio, que, en el momento de morir Nobel, se encontraban distribuidos por Francia, Alemania, Suecia, Rusia, Escocia, Inglaterra, Italia, Austria y Noruega
Ahora bien, la conveniencia determinada por los albaceas -en aras de cumplir estrictamente la voluntad del testador e, igualmente, de evitar a toda costa los descuentos de impuestos de cada país-, apuntaba a formalizar en Suecia la jurisdicción sobre el testamento. Se propuso, entonces, como domicile de fait la casa de campo de Bjórkborn (en cercanías de Bofors), pues allí había vivido Nobel sus últimos años.
Para esta época las instituciones previstas por Alfred Nobel para la adjudicación de premios se mostraban menos reacias a colaborar con la causa. Aunque la Real Academia de Ciencias se negó reiteradamente a nombrar delegatarios para las reuniones y trabajos relacionados con la constitución de la futura Fundación Nobel -pese a la insistente solicitud de los albaceas-, su presencia, de todas formas, fue decisiva en el momento de solicitar la legalización del testamentó en cuestión.
En 1897 el testamento fue presentado para su homologación en el Juzgado Provincial de Karlskoga (en cuya jurisdicción se incluía tanto Bofors como Bjórkborn), por parte del propio gobierno sueco, los albaceas respectivos, la Academia Sueca, la Real Academia de Ciencias, el Karolinska Institutete, incluso, por el Parlamento Noruego.
Sin embargo, fueron necesarios varios meses más para que dicha legalización fuera posible: se necesitó, en primer lugar, la aprobación del testamento de la familia en pleno y, en segunda instancia, superar el escepticismo de las instituciones respecto a los lineamientos generales estipulados en el convenio con dichos parientes.
El convenio contenía varias cláusulas especiales -incluidas más tarde en los propios estatutos de la Fundación Nobel-, las cuales debían ser aprobadas, además, por las asociaciones en cuestión y por el gobierno sueco. Después de aceptado plenamente, por aprobaciones oficiales sucesivas durante junio y julio de 1898, el 9 de septiembre del mismo año el gobierno sueco admitió la legalidad y viabilidad del testamento de Alfred Nobel.
Dos meses después se reiniciaron las reuniones con la presencia de los delegatarios de la Real Academia de Ciencias, con quienes se habría de perfilar definitivamente la Fundación Nobel. Se necesitaron nuevas energías para superar con éxito las nuevas polémicas: la problemática respecto a la organización de la Fundación en general y de los Institutos Nobel por un lado; así como también la referente a la normatividad y finanzas concernientes a la adjudicación de los premios. Finalmente, el 29 de junio de 1900, fueron promulgados por decreto gubernamental los estatutos bajo los cuales funcionaría la Fundación y que habían sido propuestos por la comisión encargada.
Fueron necesarias algunas adaptaciones ala voluntad final de Nobel. La más significativa provenía de las palabras de Nobel, según la cual, el premio debía otorgarse a obras o trabajos del “año precedente”. La idea original de Alfred Nobel era posibilitar a los galardonados la continuación de sus actividades con cierta tranquilidad económica.
Las condiciones reales no permitieron, sin embargo, la realización práctica de esta cláusula. Los trabajos preparatorios de los estatutos de la Fundación Nobel necesitaron de muchas vueltas al problema. Al final, se solucionó con los términos del apartado siguiente: “la disposición testamentaria de que la adjudicación anual de premios se referirá a obras realizadas durante el año precedente se entenderá en el sentido de que las adjudicaciones se harán para las obras más recientes en los campos culturales aludidos en el testamento, y para obras anteriores sólo si su importancia no se ha hecho notar hasta hace poco”, (Fines de la Fundación. Estatutos de la Fundación Nobel).
De todas maneras, sigue manteniéndose la intencionalidad de Alfred Nobel. Sus palabras verificarían este hecho: “Extender el conocimiento es extender la prosperidad -y me refiero a una prosperidad real, no a la riqueza individual- y con esa prosperidad desaparecerá la mayor parte del mal. Los progresos de la investigación científica nos hacen abrigar la esperanza de que los microbios, tanto del alma como del cuerpo, serán gradualmente exterminados y que la única guerra que librará la humanidad en el futuro será contra esos microbios"
Con este criterio general se comenzaron a otorgar los premios Nobel a partir de 1901: tradicionalmente la ceremonia de entrega se ha realizado en el aniversario de la muerte de Alfred Nobel, el 10 de diciembre.
“La totalidad de mis bienes realizables deberá ser utilizada de la manera siguiente: el capital, invertido en valores seguros por mis albaceas, constituirá un fondo cuyos intereses serán distribuidos cada año en forma de premios a las personas que, durante el año anterior, hayan aportado los mayores beneficios a la humanidad.
Los citados intereses serán divididos en cinco partes iguales que serán repartidas como sigue: una parte a la persona que haya hecho el descubrimiento o el invento más importante en el campo de la física; una parte a la persona que haya hecho el descubrimiento o mejora más importante en química; una parte a la persona que haya hecho el descubrimiento más importante en el dominio de la fisiología o de la medicina; una parte a la persona que haya producido, en el campo de la literatura, la obra más notable de tendencia ideal; y una parte a la persona que haya llevado a cabo la mayor o mejor labor en favor de la fraternidad entre las naciones, por la abolición o reducción de los ejércitos permanentes y por la celebración y el fomento de congresos por la paz.
Los Premios de Física y de Química serán concedidos por la Real Academia Sueca de Ciencias; el de Fisiología o Medicina por el Karolinska Institutet de Estocolmo; el de Literatura por la Academia Sueca en Estocolmo, y el de los paladines de la Paz por un comité de cinco personas elegidas por el Parlamento noruego.
Es mi voluntad expresa que, en la adjudicación de los premios, no se considere en forma alguna la nacionalidad de los candidatos, sino que deberá recibir el premio el más digno, independientemente de que sea escandinavo o no "
París, 27 de noviembre de 1895.
LOS PRIMEROS AÑOS
El testamento de Alfred Nobel, escrito sin ayuda legal, fue firmado en noviembre de 1895, en presencia de cuatro de sus amigos en el Club Sueco de París: Thorsten Nordenfelt, Sigurd Ehrenborg, R.V. Strehlenert y Leonard Hvass. Lejos estaba de imaginar los varios años de luchas testamentarias y de múltiples dificultades que se agazapaban en aquel documento. No sólo el carácter poco usual del testamento, sino también sus términos tan generales -en él se omitieron las más mínimas precisiones formales y legales-, propiciaron amplios debates en sectores diversos de la sociedad.
En el testamento, del cual se reproduce aquí sólo la cláusula que da origen a los premios Nobel nombró como ejecutores testamentarios de sus bienes a Ragnar Sohlman -su ayudante particular en los últimos años- y a Rudolf Liljeqvist -industrial sueco-. además, una parte de su patrimonio a algunos de sus familiares más cercanos Sin embargo, no estableció -como hubieran querido sus albaceas- indicaciones particulares para la aplicación y normatividad de la cláusula creadora de los premios.
El primer inconveniente de tipo práctico lo encontraron Sohlman y Lilljeqvist, en las diligencias correspondientes al registro y aprobación legal del propio testamento: el tribunal judicial que habría de dirimir sobre la homologación del mismo debía corresponder al lugar de residencia legal de Alfred Nobel; así, cualquier inventario financiero y las ejecuciones testamentarias en general debían ser amparados por la verificación oficial. Las objeciones por parte de la familia Nobel -formales unas y bastante pasionales otras- no se hicieron esperar.
Si bien Alfred Nobel canceló expresamente sus disposiciones testamentarias anteriores, no faltó la alusión reiterada a ellas en vista, principalmente, a la forma legal más depurada de las anteriores y, por supuesto, al evidente perjuicio causado, en la última voluntad del testador, al monto de la herencia familiar. La diferencia de opinión entre los dos bloques más grandes de la familia Nobel, comprendidos principalmente por sus parientes suecos y por sus parientes rusos, se convirtió en la base de una polémica ante la opinión pública, expresada en una especie de “campaña” de la prensa escrita de la época. Todo se inició con tintes de “normalidad” apenas cuatro días después del funeral de Nobel, cuando un diario de Estocolmo publicó la cláusula referente a los premios y se extendió en comentarios valorativos sobre la voluntad de Alfred Nobel. Calificaron dicha cláusula como “una merced hecha al género humano, con el propósito de fomentar su desarrollo futuro y promover su bienestar, así como para servir a designios puramente idealistas; probablemente la más espléndida en su clase que una persona particular hubiera tenido nunca el propósito y la capacidad de realizar”.
Sin embargo, el interés y difusión de la prensa tomaría caminos hacia la polémica. Los diarios suecos no sólo dudarían de la aplicabilidad real de los deseos de Alfred Nobel, sino que llegarían inclusive a instar a la impugnación del testamento en favor de la familia y a apoyar los temores expresados por las instituciones requeridas por Nobel para la asignación de los premios. De esta manera, proliferaron las objeciones al testamento. Este fue, incluso, llamado “magníficas intenciones, magnífico desatino”.
Los “cargos” más importantes contra él fueron así recogidos por su leal ayudante y albacea: “la clara falta de patriotismo mostrada por un sueco que, mientras despreciaba los intereses nacionales de Suecia, había querido, en cambio, apoyar ciertas actividades internacionales; la incapacidad de las instituciones designadas como adjudicadoras de los premios para cumplir satisfactoriamente las tareas que se le encomendaban, que interferirían, además, en sus actividades normales y expondrían a sus miembros al intento de soborno y corrupción, y, finalmente, la disposición por la cual el Premio de la Paz tenía que ser concedido por una comisión nombrada por el Parlamento noruego podría acarrear los mayores peligros para los intereses suecos, especialmente en vista de las tirantes relaciones entre Suecia y Noruega acerca de la unión que estaba entonces vigente”.
Los albaceas, en su afán de actuar de conformidad con los deseos de Nobel, se encontraron con otros problemas más: la validez del testamento estaba supeditada a la aceptación, por parte de las organizaciones legatarias de los premios, de las donaciones respectivas. En los primeros momentos algunas de éstas se concentraron en debates acerca de la conveniencia de aceptar tal responsabilidad y, por supuesto, se vieron retrasadas las negociaciones, respecto a los términos de dicha aceptación y a las implicaciones de tipo legal y social.
Fueron el apoyo y la justeza de proceder de Emanuel Nobel los que comenzaron a romper el muro de complicaciones al que se enfrentaron sus albaceas. Emanuel no sólo les recordaba a éstos constantemente la importancia de su papel (solía referirse a la “obligación implicada en la palabra rusa de albacea, Dushe Prikashshik, que quiere decir “el portavoz del alma” y a la importancia de que los dos seleccionados por su tío obrasen en consecuencia), sino que junto con Carl Lindhagen -consejero legal y judicial- se constituyó en elemento clave en la consolidación definitiva de la voluntad Nobel.
De esta manera, Emanuel Nobel -como representante de la parte rusa de la familia-, después de declarar oficialmente el 11 de febrero de 1898, su desinterés por impugnar la voluntad testamentaria de Alfred Nobel y, por ende, su apoyo irrestricto a sus disposiciones-, colaboró en las negociaciones con los restantes parientes.
Paralelamente a las discusiones con los parientes de Nobel, los albaceas realizaron aproximaciones a las organizaciones legatarias de los premios y argumentaron correctamente los aspectos relacionados con la residencia legal de Alfred Nobel quien no había tenido realmente ninguna. Esto complicaba el hacer efectivos los bienes en tanto no estuviera clara la “nacionalidad” del patrimonio, que, en el momento de morir Nobel, se encontraban distribuidos por Francia, Alemania, Suecia, Rusia, Escocia, Inglaterra, Italia, Austria y Noruega
Ahora bien, la conveniencia determinada por los albaceas -en aras de cumplir estrictamente la voluntad del testador e, igualmente, de evitar a toda costa los descuentos de impuestos de cada país-, apuntaba a formalizar en Suecia la jurisdicción sobre el testamento. Se propuso, entonces, como domicile de fait la casa de campo de Bjórkborn (en cercanías de Bofors), pues allí había vivido Nobel sus últimos años.
Para esta época las instituciones previstas por Alfred Nobel para la adjudicación de premios se mostraban menos reacias a colaborar con la causa. Aunque la Real Academia de Ciencias se negó reiteradamente a nombrar delegatarios para las reuniones y trabajos relacionados con la constitución de la futura Fundación Nobel -pese a la insistente solicitud de los albaceas-, su presencia, de todas formas, fue decisiva en el momento de solicitar la legalización del testamentó en cuestión.
En 1897 el testamento fue presentado para su homologación en el Juzgado Provincial de Karlskoga (en cuya jurisdicción se incluía tanto Bofors como Bjórkborn), por parte del propio gobierno sueco, los albaceas respectivos, la Academia Sueca, la Real Academia de Ciencias, el Karolinska Institutete, incluso, por el Parlamento Noruego.
Sin embargo, fueron necesarios varios meses más para que dicha legalización fuera posible: se necesitó, en primer lugar, la aprobación del testamento de la familia en pleno y, en segunda instancia, superar el escepticismo de las instituciones respecto a los lineamientos generales estipulados en el convenio con dichos parientes.
El convenio contenía varias cláusulas especiales -incluidas más tarde en los propios estatutos de la Fundación Nobel-, las cuales debían ser aprobadas, además, por las asociaciones en cuestión y por el gobierno sueco. Después de aceptado plenamente, por aprobaciones oficiales sucesivas durante junio y julio de 1898, el 9 de septiembre del mismo año el gobierno sueco admitió la legalidad y viabilidad del testamento de Alfred Nobel.
Dos meses después se reiniciaron las reuniones con la presencia de los delegatarios de la Real Academia de Ciencias, con quienes se habría de perfilar definitivamente la Fundación Nobel. Se necesitaron nuevas energías para superar con éxito las nuevas polémicas: la problemática respecto a la organización de la Fundación en general y de los Institutos Nobel por un lado; así como también la referente a la normatividad y finanzas concernientes a la adjudicación de los premios. Finalmente, el 29 de junio de 1900, fueron promulgados por decreto gubernamental los estatutos bajo los cuales funcionaría la Fundación y que habían sido propuestos por la comisión encargada.
Fueron necesarias algunas adaptaciones ala voluntad final de Nobel. La más significativa provenía de las palabras de Nobel, según la cual, el premio debía otorgarse a obras o trabajos del “año precedente”. La idea original de Alfred Nobel era posibilitar a los galardonados la continuación de sus actividades con cierta tranquilidad económica.
Las condiciones reales no permitieron, sin embargo, la realización práctica de esta cláusula. Los trabajos preparatorios de los estatutos de la Fundación Nobel necesitaron de muchas vueltas al problema. Al final, se solucionó con los términos del apartado siguiente: “la disposición testamentaria de que la adjudicación anual de premios se referirá a obras realizadas durante el año precedente se entenderá en el sentido de que las adjudicaciones se harán para las obras más recientes en los campos culturales aludidos en el testamento, y para obras anteriores sólo si su importancia no se ha hecho notar hasta hace poco”, (Fines de la Fundación. Estatutos de la Fundación Nobel).
De todas maneras, sigue manteniéndose la intencionalidad de Alfred Nobel. Sus palabras verificarían este hecho: “Extender el conocimiento es extender la prosperidad -y me refiero a una prosperidad real, no a la riqueza individual- y con esa prosperidad desaparecerá la mayor parte del mal. Los progresos de la investigación científica nos hacen abrigar la esperanza de que los microbios, tanto del alma como del cuerpo, serán gradualmente exterminados y que la única guerra que librará la humanidad en el futuro será contra esos microbios"
Con este criterio general se comenzaron a otorgar los premios Nobel a partir de 1901: tradicionalmente la ceremonia de entrega se ha realizado en el aniversario de la muerte de Alfred Nobel, el 10 de diciembre.
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