LAS ERAS PSIQUICAS DE LA HUMANIDAD.
Por Humberto Maturana y Ximena Dávila *
Las eras psíquicas de la humanidad se corresponden con la dinámica histórica de transformación de la psiquis humana, desde su concepción, pasando por la niñez, la juventud, la condición adulta y la madurez reflexiva, que configura en cada instante cómo se vive y cómo se entiende la naturaleza.
SANTIAGO, 14 jul (Tierramérica).- Un observador puede decir que lo que guía el curso del devenir evolutivo de los seres vivos son las preferencias, gustos y deseos que orientan y definen en cada instante lo que hacen esos seres vivos en su fluir relacional-operacional.
Puede decir además que hacen esto siguiendo el curso de interacciones en que se conserva el bien-estar vivido como la coherencia psíquica-corporal con el medio conservando el vivir, y que cuando esto no sucede, el ser vivo muere.
El devenir de la historia evolutiva que dio origen a los seres humanos no ha sido diferente en este sentido al de otros seres vivos, y probablemente ha seguido como en éstos un curso definido, instante a instante, por las preferencias, gustos, deseos y por las ganas. Esto es, por las configuraciones sensoriales-relacionales que un observador ve en un organismo como sus emociones.
Un ser humano fluye normalmente en su vivir en un espacio de coherencias estructurales sensoriales y relacionales en el que sus interacciones lo orientan momento a momento al bien-estar psíquico-corporal, aunque pueda vivir también, transitoriamente, y a veces por largo tiempo, en espacios de mal-estar que, si no desaparecen, terminan con su vivir.
Si este ser humano es conmovido por la curiosidad, puede preguntarse “¿qué es el vivir que muere?”; “¿cómo surge la existencia?”; “¿cuál es el ser de todas las cosas?”, o se pregunta desde un dolor fisiológico: “¿Por qué tengo esta enfermedad tan larga y dolorosa'"; o hace reflexiones desde un dolor relacional como “siento que no me puedo comunicar con mis hijos"; “todo me resulta tan vano”; o se plantea reflexiones como: “¿me gusta el vivir que estoy viviendo?”; “¿quiero el querer que quiero?”; “¿cómo se hace para recuperar el encanto de mi vida, la alegría, la paz, la armonía que alguna vez sentí?”
Estas preguntas reflexivas abren la mirada y expanden la conciencia de las coherencias sistémicas del nicho psíquico-relacional que va surgiendo con el vivir y que tendrán, según como se vivan, profundas consecuencias en la antroposfera que habitamos y por ende en la biosfera misma.
Desde la reflexión en torno a estas preguntas proponemos mirar la evolución de lo humano abstrayendo lo que de su historia biológica-cultural nos muestra las sensorialidades y emociones fundamentales que la han guiado. Así hablamos de eras psíquicas para evocar las configuraciones del emocionar del vivir cotidiano que, según nuestro parecer, caracterizaron distintos momentos de la historia humana como distintos espacios psíquicos o distintos modos de habitar en los que se dieron, y desde donde se dieron, todas las dimensiones del convivir relacional.
Proponemos que ese convivir relacional se vivió en cada instante de cada era psíquica en un presente en continuo cambio, en el que el fluir del emocionar surgía del trasfondo histórico-operacional y filosófico-epistemológico imperante.
Lo que decimos con esta afirmación es que en cada momento de la epigénesis histórica-operacional que configura las distintas eras psíquicas de la humanidad, el ser humano ha conservado distintos deseos, ha tenido distintos gustos y preferencias cuyo fundamento ha estado determinado por el habitar del presente que se vive.
Las distintas eras psíquicas de la humanidad se corresponden así, según nuestro pensar, con la dinámica histórica de transformación integral de la psiquis humana, desde su concepción, pasando por la niñez, la juventud, la condición adulta y la madurez reflexiva, que configura en cada instante cómo se vive, hacia dónde se orienta y cómo se entiende la naturaleza y el sentido de lo humano en su pertenencia a la biosfera.
En la visión mítica, este transcurrir de la vida humana desde la concepción a su término ocurre como una dinámica recursiva, en la que la sabiduría de la madurez lleva al inicio de una nueva historia psíquica en la generación siguiente, que puede ser más deseable porque implica la posibilidad de la repetición del ciclo, pero con un desplazamiento ampliado de la conciencia en una mayor coherencia con el mundo natural.
El suceder de las eras psíquicas de la humanidad del que hablamos realiza un ciclo mítico y posibilita un espacio reflexivo que en el fondo es conocido y re-conocido desde el propio vivir en el convivir.
Este suceder de eras psíquicas va desde la era arcaica en el origen de lo humano, a la era pos-posmoderna, en la que se recupera la conciencia y las acciones a la mano, perdidas en el transcurrir histórico, de la pertenencia humana a la biosfera, el trasfondo de existencia en el que es posible y ocurre lo humano.
Recuperar esta conciencia hace posible abrir y ampliar la mirada sistémica recursiva, que es constitutiva de lo humano, como un ser vivo que puede reflexionar sobre su propio vivir y los mundos que genera en ese vivir.
Que la historia psíquica del habitar humano se pueda evocar como una dinámica cíclica en el fluir mítico del nacimiento, muerte y renacimiento, hace que al hablar del suceder de las eras psíquicas podamos hablar de un proceso que vuelve al inicio en una transformación conciente de la conciencia de pertenencia al vivir y convivir en coherencias sistémicas, abriendo así el camino de haceres oportunos que se constituyen en punto de partida para un nuevo ciclo.
Esta dinámica mítica cíclica nos es conocida a todos en torno a la preocupación por la muerte, y ha tenido distintas expresiones a lo largo de la historia humana, desde la conciencia del carácter cíclico de los procesos del vivir y de la biosfera en que se da nuestro vivir.
Es por esto que nuestro habitar humano volverá a vivir este proceso en la historia cada vez que haya un cambio de conciencia fundamental, como el que ahora, en este presente pos-posmoderno, estamos comenzando a vivir..., si así lo deseamos.
* * Fundadores del Instituto de Formación Matríztica. Maturana es un premiado biólogo chileno. Dávila es especialista en relaciones humanas y familia. Derechos exclusivos Tierramérica.
Comentarios