LA ARQUELOGIA EROTICA DE DE FRANCIA

Por Claire Rosemberg

A años luz de las sórdidas habitaciones de los hoteles baratos, Le Chabanais albergó la mejor casa de citas de Francia, parada obligatoria de dignatarios extranjeros e, incluso, de un hombre que sería rey

Con el cierre de los prostíbulos hace 60 años, actualmente el delgado edificio de ocho plantas en una calle pequeña cerca del Louvre alberga una agencia de empleo y un montón de pisos. Pero sólo al cruzar la calle, en el número 11 de la Rue Chabanais, una galería se empeña en mantener vivos los recuerdos

Nicole Canet, quien dirige una galería-boutique de fotografías eróticas y juguetes sexuales históricos, ha montado una exposición que tiene como tema el apogeo de las legendarias “casas de citas” o prostíbulos autorizados de Francia. “Me encantaría ir atrás en el tiempo, haciéndola de detective”, dice Canet, de 50 años, quien durante muchos años se dedico a la danza de cabaret.

Junto con una selección de látigos de cuerno de rinoceronte y otras sugestivas piezas, la muestra revive los burdeles que festejaron el erotismo de Francia desde 1860 hasta su cierre forzoso en 1946, todo en casi 400 fotografías antiguas, grabados y libros.

La Rue Chabanais fue la parada rutinaria para los dignatarios extranjeros, quienes se escabullían en secreto de las autoridades del gobierno francés. Uno de los visitantes más ilustres fue Bertie, entonces príncipe de Gales y que más adelante se convertiría en el rey Edward VII.

Bertie tenía su propia habitación en ese lugar, así como una enorme tina de baño de cobre –con una media figura de una mujer-cisne— que le gustaba llenar con champán antes de pasar al Love Seat, un artilugio raro para referirse a los tríos que tanto le gustaban.

Mundos aparte de los sórdidos cuartos de los hoteles baratos, los burdeles de la alta sociedad evocados en la muestra fueron lujosos palacios con una decoración suntuosa, diseñados para satisfacer cualquier fantasía.

Las viejas fotografías de Le Chabanais muestran el recibidor, engalanado como una cueva primitiva en piedra desnuda. Pero en el interior, cada habitación y salón tenían su propia decoración lujosa, desde el esplendor morisco del siglo 18 o con connotaciones japonesas.


“La habitación india era para el príncipe de Gales”, dice Canet. “El Chabanais era prácticamente un monumento nacional, fue clasificada como un sitio para visitar en el itinerario de las agencias de viajes.”

Los burdeles combinaban el atractivo de los placeres privados con elegantes bares y restaurantes para el disfrute de los asistentes, atrayendo estrellas como Humphrey Bogart, Cary Grant, Mae West y Marlene Dietrich, para quienes su favorito era el Uno Dos Dos, por estar ubicado en el 122 de la Rue de Provence.


Robert Doisneau fotografió una serie de elegantes habitaciones y cuatro carteles en el Uno Dos Dos, que ofrecía a las parejas una habitación de mosqueteros, una de África, la de un pirata, una sala de espejos y, como la mayoría de los grandes burdeles, una cámara de tortura.

La Guía Rosa

El escritor Marcel Proust, cuyos gustos se inclinan por los hombres, se unió con otros socios en la inversión en dos de los prostíbulos exclusivos para varones. Las casas de citas en general se convirtieron en un buen negocio y algunos de sus propietarios formaban parte de la crème de la crème de la sociedad.

En el aspecto cultural, Henri de Toulouse-Lautrec, que pasaba gran parte de su tiempo y obtuvo mucha de su inspiración en los burdeles de París, ofreció a Le Chabanais 16 pinturas que representan centauros masculinos y femeninos para la sala de Pompeya. Asimismo, junto a puertas con grabados eróticos se levanta una gran caja de madera equipada con lentes, conocida como estereoscopio, que permitía a los clientes ver las imágenes de las muchachas a disposición.

En la mayoría de las casas de citas se utilizaban fichas en lugar de dinero para evitar problemas.

Con rigor casi científico, Canet ha recorrido meticulosamente el mundo perdido de los burdeles para montar la muestra y publicar un libro, desde la ropa interior, los símbolos, la literatura, así como los pintores y fotógrafos especialistas en el tema.

“Les puedo decir desde este telón de fondo qué fotógrafo tomó qué imagen, incluso cuando no hay ningún nombre”, señala Canet. “Y he descubierto que probablemente había sólo cinco hombres en París que posaban para los fotógrafos especializados en varones.”
Después de coleccionar fotos eróticas viejas y venderlas en un mercado de pulgas de París cuando dejó la vida de artista de cabaret hace una década, Canet –“por casualidad”, dice—abrió su galería en Le Chabanais.
“Adoro regresar en el tiempo, descubriendo las historias detrás de estas fotografías”, expresa Canet, quien ha caminado por París investigando domicilios y viejos documentos. “Es el trabajo de un arqueólogo”, afirma.

Lamentablemente, el único elemento que falta en su colección es una copia de la famosa Guide Rose, la guía de bolsillo de los establecimientos del placer “en París, las provincias y las colonias”.
Sé que dos ancianos tienen copias, pero no las venden. Son raras y la gente simplemente no quiere desprenderse de ellas
http://menorespanos.blogspot.com/2010/03/la-arqueologia-erotica-de-los-burdeles.html

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