ANTROPOLOGÍA DE LA VEJEZ




Para el antropólogo, la vejez puede ser enfocada de diversos modos: desde el punto de vista de la Antropología física, en el vivo o en los restos esqueléticos; desde el punto de vista de la Paleopatología que generalmente se reduce a la Patología ósea de huesos inhumados o momias; y desde el punto de vista de la Antropología Cultural que se concentra en el papel que el viejo desempeña en una cultura, en un grupo étnico.
El tema de la vejez cuenta con una literatura tan antigua como la Humanidad misma.
 
Entre los antiguos son famosas obras como la de Cicerón: De senectute dialogus ad T. Pomponium Atticum escrita el año 43 a. de J.C. En ella Cicerón supone una conversación entre Catón el Censor, de 84 años, con Escipión el Africano y su amigo Lelio. El primero va refutando los inconvenientes de la vejez.
Entre nosotros son famosos los ensayos sobre la vejez de Marañón, Cajal, Amalio Jimeno y Rocasolano. Todos han intentado el conocimiento p
sicológico, afectivo, las inclinaciones de la vejez y cómo prevenirla, mejorarla o encajarla. A Marañón le llamaba mucho la atención la receta recomendada por Mefistófeles en la inmortal obra de Goethe titulada Fausto.
"Mi remedio, dice a Fausto el maligno, no exige dinero, ni medicinas ni hechizos. Helo aquí: Vete ahora mismo a la soledad de los campos; coge un azadón y cava con él la tierra, encierra tus pensamientos en una jaula estrecha; conténtate con un alimento sencillo; vive entre los animales como uno de ellos; abona el campo que te nutrirá con tu propio estiércol; y así llegarás, créeme, en plena juventud, hasta los 80 años".
El envejecimiento es un proceso de complejidad infinita, que afecta a la estructura y más que a la estructura, a la arquitectura química y física de la célula.
Subía en cierta ocasión la escalera de la Opera de París, el compositor francés Daniel Auber acompañado de un contemporáneo, el cual, comentando el esfuerzo que a los dos les costaba aquel ejercicio, exclamó melancólicamente:
- ¡Nos hacemos viejos, amigo Auber!
A lo que contestó el autor de Fra Diávolo:
- Envejecer es el único modo de vivir mucho tiempo.
Auber falleció poco antes de cumplir los 90 años, en 1871.
El anciano, desde los más remotos tiempos de la Humanidad ha sido visto como la persona de más experiencia de la vida y por este motivo fue respetado en las sociedades primitivas, acatando sus consejos y siguiendo las normas de comportamiento trazadas por ellos.
Por eso vemos desde el ángulo de la Antropología Cultural que el respeto por el anciano ha sido la regla. Pero el anciano, en tanto y cuanto no suponía una carga para el grupo, el anciano que podía valerse por sí mismo, el anciano mentalmente útil, ya que el que no reuniese estas condiciones, rápidamente era eliminado del mundo de los vivos.
 
La autoridad es el ornamento de la vejez. De la experiencia de la vida emana la autoridad y por este motivo es frecuente encontrar en los pueblos primitivos y aún en muchos de los llamados civilizados o de tecnología superior de nuestros días la Gerontocracia como forma de Gobierno.
La ancianidad, tanto en el hombre como en la mujer de las tribus primitivas es una especie de sacerdocio.
El envejecimiento es un proceso de complejidad infinita que afecta a la arquitectura química y física de la célula
Mi propia experiencia durante largos años entre esos grupos que llamados primitivos, no por menosprecio, sino porque nos han precedido en el tiempo, me ha enseñado que, por ejemplo entre los indios cunas de Panamá entre los que he vivido como uno más de la tribu, el jefe es elegido entre los viejos más capaces y las parteras (mu) cargo de máxima responsabilidad entre las mujeres siempre son mujeres de edad avanzada (mu), pero aptas aún físicamente. En este mismo grupo étnico, el viejo que ya no puede valerse por sí mismo, no tarda en ser tratado con "ina nusu" o "medicina para las lombrices", que es la Spiegelia anthelmia L., un poderoso estricnos, cuyas hojas, después de hervidas en agua y concentrado el extracto por ebullición prolongada se transforma en poderoso veneno que acaba con la penosa carga de la vida en unos instantes.
Gerontocracia o gobierno de los ancianos en los que se supone y reconoce la virtud de la prudencia.
Entre los aborígenes australianos se manifestaba según Elkin un gran respeto por la edad, por los ´hombres de cabellos grisesª. Se les distinguía de los que eran muy caducos por tomar parte consciente y activa en las ocupaciones diarias. A estos se les llama los "casi muertos". Es a los hombres de edad respetable a los que corresponde ejercer la autoridad en el seno de los grupos locales.
Cada grupo estaba representado por un líder que presidía de manera oficiosa sus asambleas, regulaba las querellas, solucionaba los problemas económicos, sociales y ceremoniales que interesaban al grupo, aunque los otros ancianos tenían el derecho de expresar también su opinión.
 
El filósofo griego Pitágoras decía que una bella ancianidad es ordinariamente la recompensa de una bella vida. Pero lo cierto es que saber envejecer es una difícil asignatura de la vida.
Sin embargo,  los años y los cabellos grises no son las únicas condiciones necesarias para que un hombre reciba el titulo de anciano y el cargo de líder.
 
Tiene además que conocer la ley y las costumbres tribales así como la mitología de la tribu. Pero como este bagaje intelectual se adquiere normalmente en el curso de la existencia a partir de la iniciación secreta puberal, el término anciano contiene todo esto implícitamente y basta para conferir la autoridad y el respeto que esta función eminente reclama (Elkin, 1967).
 
Desde el punto de vista de la Antropología cultural el respeto al anciano ha sido la regla, siempre que no supusiera una carga
 
En Antropología se estudian los llamados "ritos de paso" que son los diferentes momentos que separan una etapa de otra en el curso de la vida. La infancia superada accede a la pubertad o adolescencia, tanto en el varón como en la hembra, realizándose una serie de ceremonias, distintas según las diversas etnias y también según el sexo.
Se basan siempre en la purificación en las mujeres y en la evaluación del umbral del dolor en varones y hembras o en ciertas intervenciones traumáticas y sangrientas para ambos sexos (circuncisión, subincisión, infibulación, etc.) que los preparan para la nueva etapa eminentemente sexual del apareamiento.
La iniciación en la edad adulta es un momento crucial. El comienzo de la edad viril y la vida conyugal son etapas también decisivas para la adquisición de conocimientos de la mitología de la tribu, las leyes que rigen al grupo y que le harán llegar a la dignidad de anciano que distinguen de la vejez o senilidad.
Todas estas etapas se acompañan en todos los grupos humanos que llamamos primitivos, de una serie de tabús o prohibiciones de alimentos. No hay nadie más esclavo de las leyes que los pueblos primitivos. Los tabús alimentarios de la juventud y la madurez se dulcifican al llegar a la vejez.
 
Entre los australianos aborígenes, en general, se produce una circunstancia que no es exclusiva de ellos y es el matrimonio poligínico, pero entre hombres viejos y muchachas jóvenes.
Los viejos indígenas justifican esta práctica diciendo que la institución es útil tanto a las jovencitas como a los segundos. No pueden hacerlo hasta no haber sido iniciadas y formadas en la disciplina de la tribu.
El matrimonio precoz de las jóvenes con hombres de edad avanzada implica que éstas son protegidas, pues si se prohibiese este género de alianza, los adolescentes de los dos sexos se entregarían públicamente al libertinaje.
A decir verdad, señala Elkin que los ha estudiado bien, los viejos consideran que todas las jovencitas les deben ser reservadas.
El móvil no es sólo sexual, sino social y económico. Ofrece al hombre de edad y a su esposa vieja si la tiene, la posibilidad de proveerse de víveres al final de su vida. Cuando se pregunta a la mujer vieja suele responder: ´El pobre viejo debe tener una esposa joven que vaya a buscarle miel y aguaª.
Entre estas tribus, el viejo cede sus derechos matrimoniales a cambio de ciertos presentes.
En la Historia Bíblica, se conocía con el nombre de dzgenim o ancianos a una auténtica institución del pueblo judío.
 
Los hebreos, lo mismo que otros muchos pueblos de la tierra, depositaban el gobierno en un Consejo formado por los ancianos jefes de familia y por este sistema patriarcal se gobernaron en Egipto bajo los faraones.
En su éxodo por el Desierto de Sinaí, fueron los ancianos los mediadores entre Moisés y su pueblo al que representaban. Cuando Moisés instituyó los Jueces, muchos de ellos fueron escogidos de entre los ancianos de los varios grupos de cabezas de familia.
Bajo el propio Moisés se instituyó un Consejo de 70 ancianos para ser el órgano oficial del Gobierno teocrático, compartiendo con el Legislador la dirección de Israel, siendo elegidos sus miembros con carácter vitalicio.
Cuando ocuparon la Tierra de Canaán, se constituyó un Consejo de ancianos que perduró hasta el tiempo del nacimiento de Jesucristo. Unos de los ancianos estaban a la cabeza de las tribus (arquisinagógi o presbiteroi ton Ioudaion) en el tiempo de Cristo y eran una especie de Consejos municipales, Consejos Generales y Parlamento.
El Sanedrín (del gr. synedrion, de sin, con y hedra, asiento) era el Consejo Supremo de los judíos compuesto por 70 miembros, basado en el Consejo de los 70 de Moisés. Se constituyó después del cautiverio de Babilonia. Estaba formado por el Sumo Sacerdote, el primer Vicepresidente o Padre del Tribunal sentado a su derecha, un segundo Vicepresidente sentado a su izquierda y después sacerdotes honoríficos, ancianos o padres de familia y escribas. Este Tribunal entendía en asuntos criminales y administrativos concernientes a tribus y ciudades, asuntos de ritual, calendario, etcétera.
Estudiando la Biblia puede verse cómo la ancianidad está constantemente representada y se habla mucho de ella. En el Libro de los Proverbios se dice que: ´Las canas son una corona de honor" (Prov., 16, 31). El salmo XXVII señala que ´La vejez posee la experiencia y la prudencia, por lo menos en el hombre justoª. Dicen los libros hebreos: ´La ley es agua, las palabras de los ancianos, vino generosoª.
Según otra expresión bíblica (La Biblia es el mejor libro de Antropología y Etnología que se haya escrito jamás), el viejo está como el niño, en uno de los extremos de la vida y es una maldición el que en una familia no haya viejos. ´La experiencia es la corona de los viejos, aunque también los hay necios e insensatosª.
95 años lenta Fontenelle, el célebre filósofo francés cuando durante una fiesta a la que asistía, por intentar recoger el abanico que una linda joven dejara caer impensadamente, estuvo a punto de besar el suelo. La misma joven le ayudó a recobrar el equilibrio, y aquel hombre cuyo espíritu no envejeció jamás, suspiró:
- ¡Ay! Si tuviera yo ahora mis ochenta años.
Fontenelle murió poco antes de cumplir los l00 años.
Saber envejecer es la obra maestra de la vida y una de las cosas más difíciles en el arte dificilísimo de vivir.
Muy similar al sistema hebreo en cuanto a la ancianidad es el que vemos entre los kachim en Birmania. La autoridad secular radica en el jefe o duwa y los ancianos (salang). Los ancianos constituían un cuerpo judicial (salang hpawng o Consejo de salangs) Salang es el título que reciben los dirigentes de los principales linajes que no son jefes. Myit su (sabio) es cualquier anciano o anciana cuya experiencia y conocimiento de las costumbres inspire respeto.
Una disputa entre plebeyos debe ser arbitrada por los salang o cabezas de linaje, los ancianos. Una disputa entre salangs debe ser arbitrada por otros salangs de fuera de la comunidad.
Cuando tiene que arreglarse una venganza de sangre, cada bando escoge un cuerpo de ancianos y jefes para actuar como sus agentes de arbitraje.
Siempre que he realizado estudios de campo en alguna tribu indígena, entre mis mejores informadores estaban los ancianos del grupo. Eran para mí una fuente de información de valor incalculable, un verdadero banco de datos.
No todos los pueblos han cuidado y respetado de la misma forma a sus ancianos.
Los chukchis de Siberia, que por su condición de nómadas no pueden andarse con muchas contemplaciones, a los viejos que no pueden realizar ya las más elementales faenas, los abandonan en medio de la nieve a temperaturas de 50º a 70º C bajo cero. Y esto, que parece gran crueldad, lo hacen muchas veces a petición del propio anciano
Los bororos del Brasil, grupo que he tenido la oportunidad de estudiar y aún filmar en película para un documental, cuando el padre llega a una edad muy avanzada y siente que ya no puede ser útil al grupo, él mismo pide a su hijo mayor que acabe con su vida.
Este, obediente, dispone todo para la ceremonia. El viejo indio, totalmente desnudo, es untado con una resina pegajosa. Se le recubre todo el cuerpo con plumas de ave y es llevado en procesión a una cercana laguna donde se le introduce la cabeza dentro del agua hasta sofocarle.
Una vez muerto, se le deja dentro del agua hasta que sus partes blandas se maceran y descomponen bien y entonces los familiares vuelven y limpian los huesos pintándolos después con el rojo urucú (Bixa Orellana L.) los introducen en una vasija de barro cocido y los entierran. Entierro secundario que es seguido de una fiesta funeraria en su honor.
Los indios guaimíes del Occidente de Panamá, país en el que viví 17 años, abandonan al anciano a petición suya muchas veces, en medio de un lugar apartado de la selva con una calabaza llena de agua y una cabeza de plátanos.
 Unos meses después vuelven al lugar hallando los huesos limpios por los numerosos insectos de la selva. Los guardan en una urna de barro cocido y los entierran como hacen los bororos celebrando con cantos y fiesta la ceremonia.
 
En los pueblos primitivos, y aún en algunos civilizados de hoy la gerontocracia es su forma de gobierno
Los esquimales abandonan al abuelo o a la abuela que se siente enferma o a punto de morir, en medio de los hielos, con algunos alimentos. Pronto el oso polar vendrá a devorar a la abuela o al abuelo. Más tarde el esquimal cazará al oso y se lo comerá, con lo que el ciclo se cierra una vez más.
Los pueblos del Norte de Venezuela queman el cadáver y guardan las cenizas en una bolsa que cuelga de la casa. Estas cenizas se mezclarán con las bebidas fermentadas (chicha de maíz o de pixvá por ejemplo) durante las fiestas y así pasarán a incorporarse al propio ser de la nueva generación (endocanibalismo).
Los fueguinos y onas de Tierra de Fuego, cuando la abuela ya no servía para el trabajo, no vacilaban en sacrificarla y devorarla entre la familia porque no se podían permitir el lujo de desperdiciar aquel alimento en una tierra tan inhóspita. Es otra forma de endocanibalismo.
Darwin, Fitzroy y otros navegantes del Estrecho de Magallanes citan la antropofagia selectiva de los yaganes y ona. Luis Bridges que convivió con ellos, lo niega.
Los fang de Guinea hacen lo mismo. Se comen los cadáveres de sus familias para incorporar a sí mismos sus buenas cualidades.
En algunos países de América Central cuando el anciano está ya muy ´pasaoª como dicen allí, se dan cita en la casa los familiares y allegados. Le tienden en el suelo sobre una manta y le rodean. Estrechan el círculo, mientras le van hablando.
-¡Ay, compadre! ¡Qué mal te veo! ¡Qué enfermo estás! Pronto descansarás en paz!, etcétera.
El círculo se estrecha y las manos se extienden sobre el cuerpo que comienzan a amasar. El masaje es sofocante, sofocador, hasta que le sacan todo el aire. Luego una vez muerto por asfixia, celebran la fiesta ritual funeraria y el entierro.
Si seguimos revisando la Historia de la Antropología de la Vejez en diversos continentes encontramos, por ejemplo, a los arunda de Australia que nunca abandonan o matan a sus ancianos o achacosos. Por el contrario, los tratan con una bondad y un respeto especiales, reservándoles los mejores bocados por medio de tabús y proveyendo a los que no pueden cuidar de sí mismos.
 
Los viejos, en particular, gozan de un gran prestigio y de bastante autoridad. Si un anciano se pone enfermo, puede recuperar su vigor bebiendo la sangre de un hombre más joven o raspando algunas esquirlas de su churinga, mezclándolas con agua y bebiendo la poción.
 
Entre los samoanos cuando la mujer va envejeciendo, adquiere una destreza especial en las artes, sobre todo en la manufactura de cestos, tapa y bellas esteras y se convierte en maestra de las mujeres más jóvenes.
 
Cuando llega a la vejez puede aspirar a ejercer una de las dos profesiones especializadas de las mujeres: la atención de los partos y la Medicina.
 
La influencia de las mujeres ancianas en la familia es con frecuencia muy grande. Los hermanos y los tíos paternos del matai o cabeza de familia tienen el derecho a veto en las elecciones, en la venta de tierras y en la distribución de dotes.
 
El envejecimiento es un proceso de complejidad tal que afecta a la estructura química y física de la célula.
Entre los tasmanios, hoy grupo extinto, al llegar a la ancianidad, la suerte no era muy envidiable. Aunque los viejos gozaban de cierto prestigio a causa de su sabiduría y experiencia, de sus múltiples esposas, de su conocimiento de los misterios anexos al grado más elevado y las mujeres ancianas poseían una medida análoga de autoridad entre las de su propio sexo, las exigencias de su vida nómada hacían imposible cuidar de los enfermos y los achacosos.
 
Por ello, los ancianos, cuando no podían valerse por sí mismos, eran abandonados por sus compañeros de tribu dejándoles sólo una pequeña cantidad de alimentos.
 
Si moría entre la familia, era colocado su cadáver de pie en un árbol hueco construyendo una cerca a su alrededor o bien era incinerado, colocando el cuerpo sobre una pira de leños. Una vez incinerado, se recogían sus cenizas y los restos de huesos carbonizados y se enterraban en una sepultura poco profunda y ésta se cubría de hierba. Encima se alzaba un monumento cónico hecho con cortezas de árbol.
 
 
También era frecuente que los parientes del fallecido llevasen consigo el cráneo y los huesos en señal de luto.
 
 
Vemos la gran variedad de matices con que los diversos grupos humanos han tratado la vejez. Un capítulo importante en la Antropología Cultural son los negritos semang de la Península malaya que se dividen en bandas, cada una de las cuales tiene su jefe que más que un dirigente político es un hombre respetado por su edad y sus poderes personales o sobrenaturales. Casi siempre son curanderos de edad avanzada.
Los ancianos son respetados y honrados entre ellos, como lo demuestra el hecho de que nunca se les contradice. Cuando no pueden ya trabajar, sus hijos les proporcionan comida y a menudo los llevan a la espalda cuando se trasladan de un campamento a otro. Jamás se trata con dureza a los enfermos y a los achacosos, mucho menos se les abandona o se les mata.
 
Desde los más remotos tiempos de la Humanidad, el anciano ha sido visto como la persona con más experiencia de la vida
 
 
Entre los haidas de la Columbia británica, los viejos de ambos sexos son tratados con el máximo respeto. Los chamanes son siempre hombres de edad avanzada que entrenan a otros más jóvenes para que lleguen a serlo. Entre los cuervos, indios de las planicies del Oeste americano, las abuelas instruyen a las muchachas en sus deberes caseros desde temprana edad. Los hombres ancianos se sientan en los consejos y pasan largas horas fumando sus pipas. Los hopis de Arizona se organizan en un gran número de clanes exógamos matrilineales, unidos entre sí formando 12 fratrías también exógamas.Los objetos sagrados, totémicos, quedan en poder de la directora femenina de una familia que es llamada ´nuestra madre más ancianaª.
 
Los hotentores nama o hamagua que habitan al sur del Desierto del Kalahari, depositan su autoridad política en gran parte en manos de los hombres más viejos. El jefe de un clan puede hacer poco sin un consejo y el asentimiento del Consejo de ancianos.
 
La edad confiere gran prestigio en la sociedad hotentote. Sólo cuando se sospecha que un anciano o anciana practica las artes de la brujería o hechicería para hacer daño a alguien, se le coloca en alguna choza con algunas provisiones y se le abandona para que muera solo. Las mujeres ancianas son las que envuelven a los muertos con pieles después de cruzar sus manos sobre el pecho e inclinar su cabeza hasta ponérsela en las rodillas. Los ancianos se asemejan a aquellos librotes viejos y por lo común comidos por la polilla, podridos y mal encuadernados que contienen cosas excelentes como decía Clemente XIV.
 
La vejez es una enfermedad extraña; se la cuida para hacerla durar. Cajal decía que hay una enfermedad crónica, necesariamente mortal, que todos debiéramos evitar y que sin embargo todos deseamos: la ancianidad. Una bella ancianidad es ordinariamente la recompensa de una bella vida, frase que se atribuye a Pitágoras. La preocupación por la vejez es como vamos viendo, ya sea ente los primitivos o entre los civilizados, una exigencia natural. La Antropología cultural en su capítulo de Folklore, recoge centenares de refranes y dichos populares que se refieren a la vejez o a consejos que se dan para llegar a viejo, lo que supone un anhelo innato en el ser humano. Visitaba un humilde párroco rural al pontífice León XIII que había rebasado ya los 85 años. Su Santidad se había mostrado muy amable con su visitante. Cuando éste se despidió lleno de júbilo y emoción, se expresó así ante el representante de Cristo:
 
- ¡Pido a Dios que le conceda otros 85 años de vida para bien de la Iglesia! . A lo que León XIII contestó rápido:
-No le ponga límites a la gracia de Dios, hermano.
PROFESOR JOSÉ MANUEL REVERTE COMA
 Museo de Antropología Médico-Forense Paleopatología y Criminalística
 

 

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