LEWIS CARROL Y LA LITERATURA DE LO ABSURDO


Karl Friden.
Si hay un autor que ha marcado un hito dentro de la literatura infantil en lengua inglesa ha sido sin duda LEWIS CARROL, creador de la literatura de lo absurdo.
No podemos concebir este tipo de estilo genuinamente británico sin entender el pensamiento de los ingleses a los que les divierte los juegos de palabras , los sinsentidos acompañados de infantilismos, etc., elementos todos ellos que caracterizan este movimiento literario, así como la distorsión, inversión o exageración de algunos aspectos del mundo real, asociaciones fortuitas de sonidos y rimas, de malentendidos, juegos de homonimia ,de perversas confusiones entre los sentidos figurados y literales de la palabra.

Celebramos en esta columna la memoria del diácono y profesor que murió en un 14 de enero de 1898, en la población inglesa de Guilford (Surrey). Iba a cumplir los 66 años y su auténtico nombre era el de Charles Lutwidge Dodgson. Fue el tercero de los once hijos del reverendo Charles Dodgson y de Frances Jane Lutwidge. Y su fama perdura como autor celebradísimo de las aventuras maravillosas de Alicia o de Silvia y Bruno.
El éxito de sus narraciones y adaptaciones teatrales le permitieron renunciar tempranamente, en 1881, a su plaza de profesor universitario de matemáticas en el Christ Church College de Oxford. Para entonces ya había publicado las dos Alicias, la del país de las maravillas (1865) y la del espejo (1872), y el hermético relato en verso La caza del Snark (1876). Después daría a la imprenta un ensayo técnico, El juego de la lógica (1886), así como dos Alicias más. Una fue la edición facsímil de la versión primera e inédita de Alicia, Aventuras subterráneas de Alicia (1886), que reproducía el manuscrito -ilustrado por el propio autor- con que obsequió a la niña Alicia Liddell. A la publicación de esta proto-Alicia le siguió una versión adaptada para lectores infantiles, Alicia para pequeños (1989). En dos entregas más, Carroll cerró su producción con una novela en que aparecen nuevos protagonistas, y cuyos nombres dan título al texto, Silvia y Bruno (1889 y 1893). Se trata de una novela de difícil clasificación, en la que el autor quiso plasmar su aguda capacidad creativa y una sólida formación en filosofía del lenguaje. No logró despertar el entusiasmo con que se aclamó los textos precedentes, pero sí tuvo el mérito literario de dejar perplejos a los admiradores de su fantasía, presos quizá como estaban del fascinante mundo de la reina de corazones, Humpty Dumpty -Tente Tieso o Zanco Panco.

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